No vamos a detenernos. Yo no sé si es porque páso ya de los ochenta, pero el tiempo, como aseguraba la línea aérea internacional venezolana, “pasa volando”. Todavía con la tinta en la uña, y el brazo paralizado de golpear cacerolas, bancos, sartenes, de escribir noche y día en la computadora, toda la red en acción, todos los nervios y músculos respondiendo a una sola orden: luchar. No entregarse, sacar fuerzas de donde no las haya, perseverar en servir, ayudar, aportar, entregar todo lo que queda, sin dudarlo un segundo.
Es Venezuela. Es la pasión. Es la vida misma. Y ese dolor intenso cuando la lastiman, es ver una y otra vez cómo se confunde, cómo se equivoca, cómo la manosean y cómo la traicionan.Pero es también cómo ahora sentirla defenderse desde las agobiadas entrañas y cómo resiste y se ilumina. Esta vez ha sido más duro, más desgarrador, porque se ha quebrantado su alma. Y es desde allí que se levanta desafiante, ávida de abanderarse en esperanza, calmar la inquietud y verse en los ojos. Porque hemos estado muy cerca de conseguirlo…
Y eso es lo importante. Este espectáculo bochornoso y humillante no puede ser mas fuerte que esa alegría, ese ánimo que nos llevó a los centros electorales todavía recuperándonos de ese engaño, esa mentira de un tiempo largo y cruel, que no contestaba nunca la infinita pregunta sobre un hombre que detenía el destino de casi treinta millones de venezolanos en su puño moribundo entregando soberanía, bandera y hasta himno en una historia oscura y amarga, dividiéndonos, incitándonos a odiarnos, a una venganza canalla y voraz.
Y ese espíritu, liderado por Henrique Capriles Radonski, sigue retando la soberbia, el servilismo y su misma rabia.Parece mucho más corto el tiempo cuando nos empuja la confianza cuando sentimos que no estamos solos en el desierto de la angustia.Me negué a prestar mi tiempo a la pantalla encadenada una y otra vez, a esa figura ofensiva y rastrera que obligaba a la obediencia, a la atención en amenazas baratas y desconocimiento total de la Venezuela que habló en los votos emitidos, y también en la consistencia de sus cacerolas.
Los cohetones lanzados desde sedes oficialistas resultaron ya no un símbolo de expresión válido, sino un cinismo chocante, otra orden infame cumplida sin hidalguía.
Siempre se repite que los actores serán juzgados por su último acto antes de bajar el telón. Ya cae el telón… hemos sufrido agravios, hemos llorado lágrimas que no se han secado todavía, se han ensangrentado nuestras calles y hemos curado heridas que tardarán en cerrarse.
¡Pero aquí estamos! Capaces de sentir lástima y vergüenza por quienes nos hieren y nos acusan de lo que ellos hacen.
No vamos a detenernos ya. Estamos cumpliendo con fe, el oficio de ser venezolanos.
Columna Original para NOTICIERO DIGITAL
Q cosa bella y grande!es pisar esta tierra,ella en figurado movimiento subira agolpada en nuestros puños,para cegar lo signados ojos de quienes la mancillan sin piedad!;ella misma como siempre, estara esperandonos,para dejarse arar con los surcos de nuestros sueños, no la vamos a defraudar,nosotros no!!@ppgoyo J.Lozada
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