Frente a ese
cuadro degradante, los estudiantes aquí y allá revelándose ante la infamia. Ese
teatro que sobre la inquietud se niega acerrar el telón. Maduro se desgasta en
discursos que pretenden infundir miedo, las amenazas y los que ya de manoseados
dejaron de ser insultos como los de la ultraderecha golpista, ladrona o
conspiradora, la burguesía vendida al imperio, indecente y amoral que se atreve
hasta a hablar mal del presidente, pero fastidia. Ya no pueden sostener más el
telón roído de ratas.
No saben
cómo manejar lo que se les viene encima y que ya demuestran no solo los
jóvenes, sino gremios y venezolanos de todas las edades. Esto no se aguanta
más. Ante el mundo están desnudos de seriedad. De legalidad, Venezuela es una
comiquita de triste final. El último acto de este teatro es el resultado de una
fantasía personalista, vergonzosa. La oposición busca su equilibrio respetando
tal vez demasiado unas reglas de juego que no existen para el chavismo. Pero
ahí van. En desventaja, sin garantías porque los “transeúntes” del poder no
saben como manejarse ante la Venezuela que no le da tregua en denuncias,
reclamos, protestas.
Globovisión
por supuesto es el objetivo. Sin esa pantalla recordando lo que quieren olvidar
que dijeron o hicieron, sin el reto de la verdad frente a la mentira, del
coraje frente a la vileza, todo sería más fácil. Cerraron Radio Caracas,
robaron a Globovisión equipos y microondas, y no descansan en acabar con ella
porque esa pantalla y esos hombres y mujeres que la hacen posible representan
lo que quieren callar: la verdad que se oculta tras el poder perverso, la
corrupción y la venganza.
Esto que han
alimentado hasta hacerlo una realidad dolorosa, inquietante como es la
diferencia de su gente, la fractura de valores y principios , la envidia y la
pobreza de alma, esa es la deuda más grande y tenebrosa que tienen que pagar a
Venezuela estos títeres desteñidos de honor y respeto humano.
Columna
original para ANALITICA.COM
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ISA DOBLES