La imagen de Giordani “empuñando” el documento que presuntamente
firmaba Hugo Chávez “ordenando” o “aprobando” la devaluación del “bolívar
fuerte” que como tweeteaba la jueza Afiuni dejó de ser “fuerte” para ser
“maduro”, resulta, además de estúpida, chocante.
A estas alturas la “firmita” de Chávez no tiene importancia, si
está o no, si es roja o si es negra, si brilla o palidece, nada de eso importa
ante la magnitud de lo que le están haciendo a Venezuela.
La devaluación del espíritu nacional, la mentira que se estira
del tamaño de la ignorancia del “soberano” zoquete, manoseado y el propósito
coyuntural del desatino chavista. Giordani, sacado del gobierno con el rabo
entre las patas y recogido por la necesidad de un gobierno ineficiente y escaso
de personal, estaba viviendo un deleite extraño ante la medida que habían
negado días antes.
Así como niegan la escasez de alimentos y medicinas , el alto
costo de la vida, la violencia en las cárceles, la corrupción, la inseguridad,
la soberanía perdida que entregaron a un gobierno extranjero, la presencia de
cubanos en todos los aspectos de la vida nacional, los presos políticos, la
basura en las calles y los organismos públicos, la violencia y vulgaridad como
lenguaje político, los atropellos en el CNE, el maltrato a leyes y derechos, en
fin, ese larguísimo etc. que hoy sacude al pais, condimentado con hechos
trágicos y resultado sombrío de esta larga historia, seguía preguntándome esa
misma angustia que no me abandona un segundo: ¿Hasta cuándo?
¿Hasta dónde llegarán sin que este país reaccione? ¿Cuándo
reaccionará esa mitad del país que rechaza este horror? ¿Hasta cuándo esta
mediocridad, esta mentira en la que se han ido sumergiendo como atorados, sin
medir consecuencias, sin asumir las condiciones extremas que ya se viven?
Porque una cosa es Cuba y otra, Venezuela.
Dicen que “barriga llena… corazón contento”, pero la dignidad
atropellada despertará.
Ver los estantes de los mercados, las farmacias cada vez mas
parecidas a Cuba, la ansiedad en la gente… A Venezuela se le ve en la cara lo
que vive. Ya no se puede esconder.
Yo tengo una cadenita con una fajita de oro y mi nombre que me
trajo una vez en uno de mis cumpleaños Nelson Merentes. Es lo único de oro que
tengo. Nelson trataba de moderar lo que exhumaba de si mismo el amargado
Giordani. Muchas veces me he preguntado cómo ese venezolano modesto, ascendido
a este poder obsceno por unos kinos electorales, puede aguantar tanto frente al
hombre bueno que es. Titubeaba, casi justificaba lo que sabía era la reacción a
medida impuesta, al estilo desaforado. Casi que invitó a votar si no se estaba
de acuerdo y prometió ante el cinismo de Giordani recorrer los medios, “El
Universal”, “El Nacional”, Globovisión”, para declarar…
Eso
que se escapaba del discurso político, de la revancha gobiernera, se leyó entre
líneas. Trató de moderar la agresión desplegada en la figura a su lado. Yo lo
percibí. Y no porque tenga que agradecerle la cadenita y la plaquita. Allí
están esperando un mejor destino, si no porque siempre se agradece reconocer en
algo a quien creías conocer. Aunque no piense como tú.
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ISA DOBLES