La verdad es que el espíritu civil del país ha sido puesto a prueba
una y otra vez en Venezuela de manera reiterada y está siempre
comprometido en la lucha para rescatarse a si mismo del ventajismo y las
botas.
Una no entiende cómo pueden venezolanos iguales a nosotros, hijos de
padres como nosotros salir a las calles y ver lo mismo que vemos
nosotros y seguir manteniendo esa lejanía tan cruel con los mismos
venezolanos que conforman esta Venezuela desgarrada, estos hombres, esta
superioridad bastarda y política que contradice todos los ideales, todo
lo enseñado en los hogares humildes que confiaron a sus hijos a hombres
endiosados para servir a una patria que aunque les ofrecía mucho y les
daba poco, era su Patria, y en ella estaba el orgullo y la alegría de
vivirla, de enseñarla a los hijos, confiados en su compromiso daría
frutos para ellos. Pero no. Fuera de sus espacios de entrenamiento, de formación, son otra cosa y
son subordinados de la más vil maquinación jamás urdida contra
Venezuela.
Lo que quieran en nuevos uniformes, algunos bastante ridículos, en
banderas y banderines, armas – las más modernas-, dádivas para
mantenerlos sometidos, y cuando salen de sus “guaridas”, como dice el
“impugnado” Maduro, son enemigos de un pueblo indefenso, persiguen
ciudadanos decentes convertidos en órdenes oscuras; se introducen en los
hogares, rompen escritorios y archivos, acuchillan muebles y colchones y
cargan con sus botines de computadoras, papeles, con las órdenes
cumplidas bajo el brazo o persiguen mujeres, jóvenes disparan y matan,
desconcertados ellos mismos de esa fragilidad humana que no se les puede
resistir. Cae la madre… detrás la hija… cae el joven y después se
asalta su hogar sin considerar respeto o edad. Se siembran pruebas. Se
inventan magnicidios que sin seguimiento, aparecen y se olvidan, quedan
en el libro negro de los militares que les mandan.
Se comienza, sin pudor, restregándole a civiles y militares cómo va a
ser la cosa: y entre los primeros ministros colocan al asesino de
guarda de Canal Ocho. Que es fotografiado con las manos tras el cuello
acusado públicamente porque todavía no se había contaminado todo y se
pudo ver…
Es la barbarie desatada.
Un respetado general es puesto de rodillas en la calle, apuntado por
las armas nuevas. Otro tira al asfalto de la calle a una mujer, otros
tiran “gas del bueno” a estudiantes, jovenes y ancianos mientras el
Comandante demencial y feliz sonriendo y comiendo dulce de lechoza
vocifera limosnas y consignas. Son sordos y ciegos a las vejaciones de
palabra y obra a los otros venezolanos, sus mentes se han ido
configurando para odiar al enemigo. El mismo actor se luce enfrentando
jóvenes y después estos ven su nombre con el asunto de Air France.
Esos jefes son ministros, gobernadores, funcionaros de confianza.A estos muchachos, ignorantes o no, les toca ahora enfrentar el
contraste entre una población civil que los creía incapaces de matarlos,
de agraviarlos, y otra que ha llorado sus víctimas caidas a tiros en
desencuentros y atropellos.
Hoy reciben miradas de dolor, de incomprensión y rencor. Para ellos, no son culpables. Deben obedecer. No hay manera que los coroneles sargentos, generales,
cualquiera mas arriba del muchacho frágil y desconcertado, escape al
señalamiento histórico que pende sobre sus cabezas.
El uniforme arrogante y el espíritu vacío de principios. Los hombros
colmados de oros y estrellas y las manos curtidas de dinero y sangre.
!Hay mucho por hacer!
Columna original para Noticiero Digital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu Comentario.
ISA DOBLES