No hay alegría en esos ojos......hay una amarga aceptación de destino.
No sé cómo definir el sentimiento que me provoca esta foto. Todo lo que
quería decir sobre Fidel está escrito en mi libro “Personalmente Fidel”.
Lo
escribí retando la miserabilidad que siempre matiza con mediocridad
a este hombre protagonista de un lapso histórico innegable.
Estuve
decidida desde que comencé a escribirlo a demostrar a mi país y los míos que es
lo que realmente me importaba y me importa que más allá de los odios y las
diferencias, los seres humanos deben
tener el derecho a vivir momentos y experiencias de su vida sin que
eso altere el respeto ganado durante
ella en su esfuerzo y su entrega a valores y
emociones. Nunca me acosté con
Fidel Castro ni hubo una señal que
pudiera ser mal entendida por ninguno de los dos. Y mi carta abierta en el vespertino “El Mundo”
donde escribí por largos años dejó claro que
ese encuentro humano más allá de suspicacias y acusaciones, había
terminado.
Lo que no me ha salvado de señalamientos asquerosos que lamento más
por quienes los han hecho que por mí.
Esta foto de ese anciano que si no fuera quien es movería hasta la consideración, como debo provocarlo
yo en mis ochenta y dos años, conmovería, como cualquier otro anciano; pero el
hombre frente, a él, con camisa roja, hace de esa foto una imagen vergonzosa y
lastimera que agrede el marco histórico del Fidel desafiante, inspirador de
millones de personas a finales de
los años 50 con las páginas vibrantes de
la Sierra Maestra, cuando se consumaba no sólo el fin de la dictadura de
Fulgencio Batista sino se ofrecía al mundo un código de retos y principios que luego se
convertirían en personalismo y
opresión.
Esa foto minimiza
al hombre de historia, buena o mala,
pero historia. Determinante, trascendente.
Lo he repetido cien veces. Fidel
abandona el poder porque sabía que arrodillarse por petróleo, halagar a un
hombre como Chávez, asumir decisiones
que jamás hubiera asumido él, era renegar, desdecirse de lo que era. Allí, frente a un Diosdado Cabello,
acusado, denunciado, condenado por la
opinión pública, desnudo ante el propio mundo,
actor de una trama macabra, una mentira
expuesta, propagada.
Fidel
entrega lo que quedaba de él. Y él lo sabe. Es la entrega de los sueños, de los años, de la
vida. Porque Fidel sabe quién es y lo que es. Lo sabía desde que tras ese petróleo tuvo que publicitar al mandatario venezolano como su
“heredero” como parte del juego que se abría en un fichero maldito.
No hay alegría en esos ojos......hay una amarga aceptación de destino.
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ISA DOBLES