La señora Eduvina Suarez tenía ochenta años y sufría de diabetes. Ese rostro de reciedumbre, de vida vivida, esas canas de desvelos y angustias, esos ojos bajo cejas arqueadas de mirada profunda, tocan mi corazón.
Nunca hubiera llegado hasta mi si no me encuentro sobre un banco del parque cercano unas hojas sueltas con la información, una de las más trágicas que he leído en mi vida.
Su hijo, Le quemó las manos y los brazos y la golpeó en la cabeza en un ritual religioso. Lo hizo porque "Dios le dijo que sólo así el Presidente se curaría".
Sucedió en el sector el Ojito del Estado Táchira. José Alberto, agricultor de cuarenta años, escuchó una voz que le decía que sacrificara a su madre para salvar al Presidente Chávez. La locura absoluta
Y por supuesto que esto tan espantoso tiene que estremecer a cualquiera. Y mover a la reflexión a muchos. Y muy especialmente a quienes sin responsabilidad alguna , desconociendo las debilidades y sin considerar la capacidad de la mente humana para procesar la exaltación e incitación al histerismo y descontrol de sus propios conflictos íntimos, abusan y provocan con el discurso que se mete sin calcular como afecta el ánimo popular.
Uno se ha quedado muchas veces inmóvil, asustado por la virulencia y el odio a que se convoca, y también a ese veneno de tendencias religiosas que confunden y manosean aún los espíritus más moderados. Imaginen este hombre humilde, que cifra tal vez sus anhelos más ocultos en un ser humano convertido en Dios. Lo necesita y lo adora. A su alrededor la figura se sublimiza en los propósitos de un poder que solo lo es si se conserva viva la locura que no admite ya más presencia que la divinizada.
Por el fanatismo. Chávez entrega su vida por el, por ellos, por su pueblo. Eso lo oye como campanada todo el tiempo. Y se puede morir. Se puede ir. Se pierde todo. Dicen que lo traerán a morir aquí. ¿Como salvarlo? ¿Qué puede ofrecer él en su miseria? ¿Que tiene para salvarlo? Y en esa mente confundida, angustiada, obsesionada con la amenaza fatal que de alguna manera lo inculpa en la tragedia…. sacrifica lo que tiene, lo que ama. Eduvina……
Ojalá algo quede de esto triste, definitivo, sombrío, acusador.
Acompáñeme en un Padre Nuestro y un Ave María por Eduvina…y por su hijo.
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ISA DOBLES