jueves, 25 de marzo de 2010

Que la desesperanza no nos convenza

Yo le saco el cuerpo a Luis Vicente León. Respeto su trabajo. Ser cabeza de una empresa encuestadora, hoy, en Venezuela, no puede ser una tarea fácil.
Tal vez huyo de la tristeza, de la resignación, no quiero golpear más mi capacidad de reto, de resistencia. Después de todo ya uno no tiene treinta años. Pero me niego a aceptar, y es un problema mío, que a estas alturas, con tantos testimonios diarios tenebrosos, crueles, este país, en un 50% siga favoreciendo a Chávez.
Porque no puedo creer que se haya “maleado tanto” Venezuela. Que la perversidad, la maldad, la corrupción, hasta la crueldad entre nosotros, impere sobre la bondad y la personalidad de este pueblo. Porque eso sería aceptar que lo que se propuso este hombre con sus amenazas, insultos, bravuconadas, lo logró.
Que nos extrajo lo mejor de nosotros mismos y todo este horror, venezolanos presos por opinar, invasiones, gente fea y vengativa apropiándose espacios de los decentes y trabajadores, humillaciones, corruptelas obvias, complicidades terroristas, todo eso nos es ya natural. Que Chávez se tragó el alma de este país y no somos más que zombies sobre una tierra ajena. No. Por eso cada vez que lo veo, que escucho su voz inconfundible, huyo. Vuelvo a mi propio mundo donde puedo rebelarme y buscar la fe con que he transitado la vida, la fe en mi país y su gente. Porque esto, y eso lo he escrito cientos de veces, ésta no es sólo una lucha ideológica. No. Ésta es una lucha de principios.
Y por más que Chávez se vista de angelito, hable del amor, bese niñitos y acaricie viejitas, Chávez es lo que estamos viviendo hoy. Esta angustia, esta desolación, esta desesperanza, esta impotencia. Obscuridad y sed. Alimentos escasos y forzados, como en Cuba, donde uno no compra lo que quiere sino lo que al gobierno le da la gana. Historias sombrías, tristeza y amargura. No puede ser que los deudos de miles de cadáveres que han esperado días para ser reconocidos o recogidos, olviden….. ni los que están en la cárcel y no ven crecer sus hijos….perdonen.
No quiero aceptar que este pueblo es indiferente a un destino que lo aleja de lo que le sembraron en sus hogares sus abuelos y por una orden perversa o un “combo” de comida o franelas, lo que era malo de niño es hoy bueno. No. Yo quiero creer, por lo menos para morir en paz, que este es el pueblo de Sucre, de Bolívar, de Andrés Eloy Blanco, de mi padre Alejandro Oropeza Castillo, de Ramón Velásquez y José Agustín Catalá, de Antonio Lauro y María Teresa Castillo, y de tantos hombres y mujeres sencillos y decentes que se encorvan trabajando para levantar a sus familias mientras un Zelaya recibe de este gobierno 20 mil dólares mensuales.
Yo quiero ver a Ramón Muchacho y Alfredo Romero asegurando un futuro transparente y seguro. Respirar tranquila cuando Antonio Ledezma pelea y sentir este profundo respeto por Oswaldo Álvarez Paz, por Enrique Mendoza, por Alberto Federico Ravell. No podemos pasar sobre nuestros hombres y no ver el camino.
Por eso es que me evito a Luis Vicente León. Porque no quiero que la desesperanza me convenza.


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ISA DOBLES