viernes, 26 de marzo de 2010

La Unidad es la única arma que tenemos.

Se va aclarando el camino, y así tiene que ser o no habrá nada que detenga la caída en el abismo: los venezolanos debemos sincerarnos con nosotros mismos para aceptar la inmensa responsabilidad de cada uno y todos para salvar la democracia; debemos entender que sólo unidos en un mismo objetivo libertario podemos combatir esta pesadilla que amenaza con durar toda la vida.
Todo eso es necesario porque Chávez no retrocederá nunca en sus intenciones de borrar de nuestra historia la Venezuela de progreso, justicia y respeto. Esa Venezuela es un derecho y no un privilegio ni un favor.
Yo no invento ni miento. A Chávez le sale por los poros, por los gestos, por la boca, lo que él es y lo que quiere. Ahora desea controlar Internet: “no puede ser que la gente escriba lo que quiera”, dijo. Ese es el principio de la opresión.
Las cadenas mediáticas; los mensajes publicitarios de un “socialismo” rechazado por la voluntad popular; los mensajes humillantes que le inspiran ese poder enfermizo que nunca , en sus más imposibles sueños, creyó alguna vez tener: quiere hacer suya toda comunicación y, ahora, llegar a la frontera digital.
Este es el momento de medir, crudamente, las consecuencias de nuestros actos y, actuar de forma contundente con la única arma que tenemos, que es la unidad, pues ahí reside la solución. Hay que decidirse a dar la cara, a retar la canallada que cada día se conoce, se produce, se ejecuta contra la dignidad humana de un país bondadoso y corajudo. Hay desesperación en el régimen y por eso ahora hay que “regular” Internet, y señales internacionales: necesitan un silencio absoluto, y es porque los números de una Venezuela unida para cambiar las reglas de juego asustan, pues se imaginan a la gente votando, contando y defendiendo.
Chávez puede apresar a mil personas, pero no a cinco millones.
Debemos tener un sólo rostro frente al atropello y la usurpación de derechos. ¿No es suficiente acaso con pagar por otros incapaces las multas de luz?, ¿o ver frenar el desarrollo productivo por una ineficiencia que es un delito?, ¿o perder riqueza por la disipada entrega de nuestros bienes y recursos?
¿Usted recuerda cuando Tibisay Lucena tuvo que decir los cómputos ganadores rechazando la enmienda?, pues lo podemos volver a hacer y hoy con más razones dolorosas.
Si no le gusta Fulanito, vote por otro, pero ¡vote! Cierre los ojos por segundos: ya no ve en el Congreso brazos rojos levantados mecánicamente mientras se ríen o hablan cumpliendo el “mandado”. Allí estarán hombres y mujeres que han luchado y vivido los horrores de esta terrible traición. Esto no es una lucha ideológica más. Esta es una batalla de principios.

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ISA DOBLES