Otra vez estamos frente a un momento muy difícil. Desconocido, no. Extraño, tampoco. Lo que tiene en común es la existencia dura de la aceptación, lo que trae con ella el doloroso peso de lo inevitable que es siempre asfixiante y su impacto nos ha dejado vulnerables, como en una especie de vacío, de pérdida, cuando ya habíamos logrado reinstalar en nuestro espíritu la esperanza y nos atrevíamos a soñar, a imaginar , a dar cabida a la ilusión, a considerar liviano lo imposible. Y es un momento muy difícil porque nos exige ser estoicos. Es perentoriamente reclamante con el liderazgo que se pronuncia en nombre de nosotros y para nosotros, del que no esperamos rostros desencajados ni llantos, pero tampoco risitas contenidas o comentarios ligeros, porque está obligado a hacer contacto con lo que sentimos y con lo que se espera de nosotros en este tiempo por venir que vuelve a reclamarnos en una lucha asertiva y valiente. Hemos vivido meses de una emoción colectiva desbordada, trabajada empeñosamente por un muchacho decente, de principios, que se dio por entero en la defensa de los valores y principios que no hemos perdido porque hayamos perdido en votos. Allí están. Y hoy son más necesarios que nunca porque están confrontando la Venezuela contaminada de confusiones y debilidades que da entrada a ese modelo que conlleva intranquilidad y angustia. Henrique Capriles dijo en su discurso después de conocer púbicamente lo sucedido: “ Yo me he dejado el alma en esto”. Y uno lo ha sentido así. Yo quiero hacerle llegar mi respeto y ratificarle mi reconocimiento personal, porque es lo que tengo, por haber defendido mis derechos y criterios, mis principios y mis sentimientos durante esta desigual campaña. Revivimos este domingo muchos instantes que no debíamos revivir. Yo lloré de impotencia y desesperación porque es terrible asumir también cuanto más cruento y difícil será curar a Venezuela de males enquistados en su cuerpo indefenso. Esta tarde encontré algunos tweets que no tienen cabida hoy. Porque el pesar, el cansancio, el desespero, la incertidumbre, la duda, pueden invadirnos, pero la comprensión de nosotros y el momento que vivimos, la persistencia y el coraje que podemos compartir en tiempo de crisis, nos refuerza en esa unidad que no podemos descuidar en este reto que sigue y reclama.
¡Yo amo a Venezuela porque soy parte de ella. Por eso sigo luchando!
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ISA DOBLES