Todo lo que se diga, declare, escuchemos, veamos, vivamos, sentimos, es posible. Mas en este momento extraño, en este País ajeno, inconcebible. Este País que parece haber hecho suya una voluntad decisiva en su destino. Todo puede parecer, todo puede ser, nada es imposible. Pero lo que sí es doloroso. Por lo menos para mí. Como debe serlo para esos 6 millones y medio de otros venezolanos que hoy más que nunca están comprometidos a defender a esa Venezuela hecha voluntad o miedo, o ignorancia que pasó por alto la inseguridad, la corrupción, la expropiación, la que hace muy poco rechazaba el comunismo y esta humillación constante a la decencia y la barbarie. Pero de cada crisis tiene que aprenderse.
Ver a Hugo Chávez en su rueda de prensa con periodistas nacionales e internacionales fue´, por decir lo menos, lastimoso. No hay como deducir de este figura arrogante, incoherente, la más leve señal de comprensión o consideración. Esta personalidad no puede cambiar. Es como pedirle a un atropellado por una gandola con las piernas destrozadas en medio de una calle que se levante porque viene otra gandola y va a acabar con él. No puede levantarse aunque quiera. Esa personalidad no puede cambiar. Aunque quisiera, no puede. No le dice nada que la votación le exija por menos una reflexión. Sentirse obligado con esa lectura importante que le enseña un país cierto y complejo. El ve solo la diferencia que todavía no podemos asegurar, que a las cinco de la tarde como en otra, el silencio convertido en muro paralizó, que nunca se completaron mesas que no funcionaban, que se dilataba igualmente el proceso en la desinformación obligada.
Hoy Capriles Radonski informó. Con esa clase de “hijito de papá y mamá” que molesta tanto a la chabacanería que parece aprobar el público telenovelero. Y que alivio es ver a ese venezolano informado y sin soberbia, que demostró ética y respeto, y estar seguro que dice la verdad, que es decente y habla claro. Que no se pierde en miserabilidades ni intrigas, que se puede confiar en él. DE esto tenemos que aprender. Y en esa lección amarga el venezolano tiene que asumir la solidaridad y la unidad como objetivo común. En esta decisión se recrudece el dolor de los presos, de los exilados, de los arrebatados de sus trabajos y sus sacrificios, de sus logros. Y estamos obligados, si, a hacer sus problemas nuestros, a reactivar nuestras preocupaciones y nuestros mejores sentimientos en esa fuerza irrebatible que significan casi siete millones de almas que tienen que reclamar, rechazar, exigir, lo que los otros venezolanos sufren. Tenemos que darle cuerpo a esos millones de votos, no podemos seguir esperando de elección en elección para demostrarnos cuantos somos.
Lo importante es demostrar que somos, que estamos, que existimos para cada uno y todos. ¡Compartir! Si no… somos nada …..Que es lo que quiere Hugo Chávez
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ISA DOBLES