A quien
mira fijamente este hombre
Ayer estuvo
aquí, en esta misma página. Su madre tocaba su cuerpo inmóvil bajo una bandera.
Jimmy Vargas. Y su mirada, fija en esta foto, tiene que pesar sobre sus
asesinos y sobre ese hombre imbuido de
un poder viciado y perverso que ni siquiera
puede asumir como legítimo ante
Venezuela. Impresiona. Conmueve. Parece inconcebible que estos ojos húmedos,
penetrantes, se hayan cerrado para siempre, así, cuando ni siquiera
llegó a saber quién lo mataba, quien detendría la esperanza y los sueños.
Cuando veo a Maduro y su camarilla de serviles, las mismas caras , el mismito
discurso, las mismitas torpezas, los mismos personajes endiosados por una
alienación colectiva inducida sin consideración ni vergüenza
para esta destrucción, incapaces de ver al caído con dolor o pesar alguno, con
esa frialdad inhumana, cruel, siento una
punzada que me hace crecer esta impotencia, esta angustia que creció conmigo sin abandonarme desde muy
pequeña, cuando aprendí de los míos, en
mi hogar y entre mis padres, a amar a Venezuela.
Encontré
esta foto y tuve que hacerle honor a esta mirada intensa, el verde de esos ojos
y de la esperanza apuntando a la vida, al amor, a la expectativa apasionada de
una Venezuela segura, abierta a sus aspiraciones, fraternal y cálida.
Es la
mirada de esta tierra que se defiende de la opresión, que reta por siempre al
miserable que la apagó y desafía
la cobardía y la vileza de quienes no quieren reconocerse en la voracidad de este exterminio de hombres y
mujeres indefensos ante las armas
y la maldad.
La
injusticia de su muerte, violenta, inmerecida, la comparte esta Venezuela que
no se rinde, que palpita anhelante y apasionada, en su espíritu
desgarrado pero firme.