Vamos a ver…Usted sabe que aquí hay establecido algo muy importante y muy trascendente que va mucho más allá de un ganador o un perdedor, aquí hay una lucha de principios.
Y lo que está sobre el tapete es esta Venezuela manoseada, ignorante, que se ha dejó conducir por esa agresión constante, inescrupulosa, que se lleva todo por delante sin medir las consecuencias de su irresponsabilidad. Nada ha cambiado en ese sentido.
Al frente de ese destino sigue el mismo hombre enfermizamente obsesionado por el poder y una mente de graves desórdenes que se nutrió de amarguras en una venganza personalista que no se detiene ni genera culpas. Pero Venezuela no es de Hugo Chávez. A mí no me gusta llamarla “patria” porque en la boca de este militarismo suena a casa vacía, a patio desolado, a rejas y lágrimas.
Venezuela es de quienes nacimos y luchamos en ella y donde seremos enterrados y es también de quienes hoy viven un exilio angustioso. Y durante catorce años y un poco más hemos tenido que defender no sólo ese derecho y esa Venezuela, sino esos principios que son leyes de vida no escritas que son la base y el fundamento de nuestra vida de Nación, que tampoco es una palabra vacía.
Que Arias Cárdenas sea el candidato para el Zulia y Aristóbulo el de Anzoátegui no quiere decir que sean los justos, los decentes, los modelos a seguir porque los coloca el ganador de la contienda electoral, viciada desde siempre. No es que esta vez no hubo fraude. ES que el abuso, el atropello, la ventaja, están allí desde siempre porque hay muchas cuentas que dar que significan final, se acabó. Por eso no podemos abandonar esta lucha. Porque cuando el muro contencioso de tranquilidad, de razón, de justicia, de decencia está construido por fango y no por cemento, llega un momento que cualquier brisa lo tumba.
Tenemos que decir “Aquí estamos” porque sencillamente tenemos que salvar a Venezuela, y es a la que voto cautivada por engaños y confusiones, y por la que junto a nosotros empareja ahora el paso. No podemos dejar sola a Venezuela, no podemos quedarnos inmovilizados ante la misma barbarie, no podemos entregarnos porque esta es nuestra tierra, nuestra historia, nuestra alma. Nada ha cambiado para asegurarnos que cambiaré el país, al contrario. Es una ofensa para el pueblo zuliano un traidor como Arias Cárdenas. Esto tiene que tocar el espíritu de ese pueblo digno y valeroso.
Lo que este hombre ha hecho contra los valores de Venezuela, fresco aún en nuestra historia, da al Zulia la oportunidad de recordarles a los estafadores de conciencia la diferencia trágica que determinara la reserva moral que defenderá la integridad de Venezuela. Por ella no podemos descansar en titubeos o desesperanza. ¡Adelante, pues!
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ISA DOBLES