Cuando Pérez Jiménez es sacado del poder por el pueblo organizado, yo estoy en Costa Rica viviendo la expectativa de mi matrimonio y los nacimientos de mis hijos. No se me puede olvidar la emoción compartida con los exilados que habían sido mi gran familia, tratando de escuchar en un radiecito las noticias en la voz inconfundible del “Observador”. Diez años habían pasado desde el derrocamiento de Rómulo Gallegos, diez años de angustias y pérdidas terribles, lejanías y despedidas. Después de la Junta presidida por Wolfang Larrazábal, el País vota por Rómulo Betancourt.
Mi primer voto es para Raúl Leoni. Menca y Raúl vivían pared con pared con nosotros en la Urb. San Pedro en San José. Mandábamos a callar a Raúl cuando tosía por el cigarro, y él mandaba a callar a papá cuando no descansaba el tecleo de la máquina de escribir. Rómulo vivía en la esquina. Luis Beltrán y Leandro Mora un poco más allá. Voté cuando Caldera y por Carlos Andrés en aquella campaña única en la que como locutora de Bolívar Films con Suarez Avendaño narrábamos las noticias sazonadas con la creatividad fresca, contundente, de Chelique Sarabia. Después la contienda entre dos Luises: Luis Piñerúa Ordaz y Luis Herrera Campins. A pesar de conocer de toda la vida adeca de mi padre, que nunca se inscribió en el partido pero lo llevaba tatuado en el alma a Piñerúa, voté por Herrera Campins, creía y sigo creyendo que era lo oportuno para Venezuela. Insistió Piñerúa. Yo voté otra vez contra él. Esa preocupación por equilibrar el poder para dar otra oportunidad a Venezuela.
Tuve un protagonismo intenso denunciando su presión sobre los medios en el Congreso y los tribunales con un Amparo por la libertad de Expresión. La Democracia lo permitió. No voté por CAP, estaba fuera del País. Ramón Velazquez da la cara por una Democracia convulsa, debilitada, un venezolano de prestigio, de trayectoria limpia y honorable. Vuelve Caldera.
Aquella figura que me había hecho reaccionar muchas veces por su arrogancia, aquel hombre culto, joven, totalmente opuesto al Juan Bimba de Andrés Eloy, me puso a prueba como ser humano y como venezolana. Por fin lo entrevisté cuando ya anciano, enfermo, en un cumpleaños final, y por su hijo Andrés a quien amo profundamente, lo hizo posible. Y allí, frente a aquel hombre , aquel hombre de la democracia, con sus aciertos y sus errores, pero dueño absoluto de su clase y su propia historia, agradecí a la vida, a Dios, tener la oportunidad de asumir el respeto y la comprensión por aquel demócrata que a su manera , había dejado su vida en la lucha por la libertad y el destino de Venezuela. A todos los unía la Democracia.
Este domingo vamos a votar. La decisión nos urge a no faltar a ese compromiso por esta Venezuela que nos apremia porque nos necesita. ¡No podemos fallarle!
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ISA DOBLES