¡Terminó la semana! Que no fue nada fácil. Porque “reventó” uno de los ensayos del laboratorio chavista contra una oposición incapaz de romper las reglas de juego entre los límites establecidos en una lucha electoral en la que la ventaja oficialista vá más allá del poder como tal, y arremetió contra un diputado que todavía defiende su participación en el hecho. Y no parece dispuesto a dejar de hacerlo. Doloroso para Capriles Radonski porque Juan José Caldera era un hombre de confianza y no es el momento de titubear aunque duela el corazón. Los sombríos personajes que están tras hechos contundentes, los que están sin aparecer en el asesinato de la Embajadora en Kenia, o el narcotráfico de generales chavistas, o personajes de siempre , los que de repente están con lo del maletín que llega con 800 mil dólares a reforzar la campaña de la Kischner, o el episodio de los colombianos traídos como “para militares” o el mismo asesinato de Anderson, las acusaciones hoy confirmadas internacionalmente de Aponte Aponte en una confesión que espanta porque demuestra este régimen de lo que es capaz. Uno siente ganas de vomitar cuando confirma la calaña de un Willian Ruperti, empresario al servicio de estas fechorías que por supuesto, tratará de escapar cuando la justicia democrática se haga sentir, porque si no, volveremos a desalentar la misma esperanza. Dos actos dejaron huellas: el de Capriles en Barquisimeto, apoteósico, colorido, tricolor y entusiasta, y el de Chávez en Apure que describió “La Nación” de Argentina: “Después de haber hecho realidad la Patria que soñamos, ojalá pueda volver a recorrer con un arpa, un cuatro unas maracas y unos compañeros, estas calles adradas”. Al final de su discurso y visiblemente emocionado, lloró y usó un pañuelo rojo color del partido para secarse las lágrimas”. Los editores de las fotos, resumieron así: “Se quiebra a los 2.30 minutos del video, la lagrimita a los 2.40 y la moqueadera a los 7.55”.
¡Chávez tiene por que llorar!
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ISA DOBLES