Faltan treinta y un días para el 7 de Octubre y todo está como apresurado, desbordado, no hay descanso ni tregua en este careo voraz que es el pan de cada día. Capriles emociona, hay gestos que suavizan las intenciones, los discursos, la gente se atreve a ser espontánea, y así uno se ríe sabroso con el hombre que en la tarima brinca, grita, abraza, y la mujer inclinada con el rostro ansioso esperando la gorra que lanza el candidato , o la embarazada que muestra la barriga pintada con un saludo a Henrique o el anciano tallador que entrega emocionado una figura , o una muchacha que se cuela y lo besa una y otra vez. Las historias se repiten y lo que les da el matiz diferente es la personalidad del hombre que provoca la emoción. No hay un momento para aislarse de este remolino que estamos viviendo. Es lo que nos toca. Se nos olvida que hay otras cosas, no podemos darnos un descansito porque Venezuela es el hijo, es la madre, es la pasión y todo el tiempo es para esta lucha que hoy nos exige.
Pero….Hoy tembló en Costa Rica. Cuando estábamos exilados en San José vivimos momentos terribles con la inquietud de la tierra tica. Nunca esperé ver abrirse la tierra y tragarse gente, pero lo vi en un pequeño pueblo cercano al Irazú. Nos acostumbramos a dormir en el jardín, colchones sobre la tierra, apuradas por un papá nervioso que contaba a cada rato las figuras por si uno se había devuelto a la casa. Un temblor de intensidad encontró a Carlos Andrés caminando por la calle central de San José para recibir casi en brazos a un hombre que se tiraba de una ventana. Otro sacó corriendo a Mario García Arocha en interiores de su casa y a Rómulo revolver en mano preguntando qué pasaba.
Cuando Don Rómulo Gallegos visitó San José llego a nuestra casa. Durante el almuerzo uno de los venezolanos conto un cuento difícil de creer y terminó: “que tiemble si estoy mintiendo”. Y tembló. Don Rómulo se quedó silencioso y segundos después sentenció:” Esta tierra no te deja jurar en vano”. Con el tiempo, nos resignamos más que acostumbrarnos. Mami que le tenía horror a los temblores no permitía que se cerraran las puertas. Los ticos lo llevan con la aceptación de lo inevitable y el honor apacible de ser costarricenses en una tierra bendecida con lluvias constantes la mayor parte del año, bellezas naturales y gente culta.
Hoy sufrí de otra manera ese temblor. Porque allá están mis hijos y mis nietos y es una lejanía que te hace sentir y ver el suceso de otra manera, es mejor vivirlo que saberlo. Llamé enseguida y mi hijo me tranquilizó. Al lado del teléfono pasé los canales de la pantalla de televisión. Y me ubiqué. ¡Hemos estado sometidos a tantas cosas dolorosas, hemos soportado tantos atropellos, nuestra existencia durante mucho tiempo ha estado sometida a tanta impotencia! Miedos, desmanes, mentiras, destrucción, agresiones que nos desvelan, disparos que se escuchan sin saber a quién matan, un nudo de angustia en la garganta, el corazón a millón por un amigo asesinado en la esquina, otro desesperado que ve como se destroza su propiedad, rostros llenos de dolor y lágrimas esperando reconocer el cadáver de su ser querido en una morgue repleta de otros cadáveres de otros deudos que no abrazarán otra vez al suyo. Esa angustia por la tierra que tembló y mis hijos y nietos me trajo a mi mundo propio, real, mi mundo de afectos y cuidados, de ternura, de tiempo y de distancia. Fue casi, en su demanda, como un reencuentro conmigo misma. Llamé después…las réplicas avivan la angustia. Todo está bien. A Dios gracias. Fue un momento raro.
Tengo tanto tiempo metida en este personaje que no se dá una tregua en el ¡compromiso de luchar por mi Pais! Y hoy temblé de miedo por lo que podía pasarle a mi sangre, a mi piel! Fue un momento corto..pero duro. Ya pasó..sirvió para recordar tiempos compartidos desde el afecto, desde el amor. Y para recordarme que el amor es lo que dicta tu vida…y no se gasta.
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ISA DOBLES