jueves, 4 de agosto de 2011

Respetemos a Bolívar

Cuando se habla de Simón Bolívar, “El Libertador”, necesariamente se habla del libertador de cinco naciones. Imposible, si se le hace justicia, no hablar de América, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Panamá, Haití, Jamaica y Gran Bretaña. Encerrarlo en el mundo fantasioso de un hombre enajenado con el poder y además, militar, es ofender su memoria y manosear su figura. Pero esas consideraciones no existen en la compleja mente de Hugo Chávez.

Como hasta ahora se le han aceptado todas sus morisquetas, transita pavoneándose por el camino del irrespeto y, esta vez se adentra, desafiante y demencial, en un culto que pertenece a otros pueblos, que es mucho más grande y trascendente que sus fantasías y ambiciones, sus locuras y su poder.

Porque así como usa a las otras naciones a las que llevó Bolívar su empeño de libertad y justicia cuando las necesita para sus proyectos personalistas, el Presidente de Venezuela, sea el que fuera, no puede desconocerlas en cualquier hecho que “su Libertador” esté protagonizando porque es un atropello, una vejación al ideal de Bolívar, un desprecio al sentimiento popular, a la devoción de esos pueblos. Ineludiblemente estamos juntos en esta incesante y convulsa búsqueda de destino.

Así como para Bolívar “la patria era América” así hoy y desde entonces no se puede hablar de América sin nombrar a Bolívar. Nosotros lo hemos dejado muy solo, como si no nos perteneciera, como si fuera sólo un nombre más en nuestra historia, como si no nos acompañara en nuestras primeras cartillas. Como si fuera de Chávez.

Y no. El de Chávez, el “niño pobre”, el personificado por esta lamentable alienación militarista y “socialista”, el profanado en sus restos indefensos por manos extrañas, el llevado y traído por una mente desbordada en irrealidades ofensivas, deplorables es impuesto al caraqueño digno, con sus debilidades y sus valores, sus tragedias humanas, su tos, su cuerpo pequeño y delgado, y aquella inquebrantable voluntad que no doblegaban nieves ni volcanes. El Presidente de Venezuela tiene exigencias de ética y responsabilidades con el Libertador mucho más rígidas que cualquier otro mandatario latinoamericano cuya nación lleve a Bolívar como culto, como grandeza en sus sentimientos.

Bolívar está allí esperando su momento. Se precipita Hugo Chávez torpemente. Sin reclamar, sin estridencia, en su solitaria presencia, sobre el oro que despreció y ahora quieren llenar su sarcófago, sobre restos que no sabemos si son o no, ni cuánto han pagado por tocarlos, separarlos.

Bolívar regresará por el camino de Bolívar. Porque Bolívar no está en el Panteón ni en el cuadro que forzado aparece tras Hugo Chávez o las oficinas públicas o en monumentos fríos o paredes pintarrajeadas al lado del Che. Él está en el espíritu de sus Naciones que son ignoradas en la enfermiza mente que lo secuestró.

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ISA DOBLES