
No mencionó víctimas entre los reclusos”. Eso sí, nos contó que desde La Habana lo llamó el Presidente interesado por lo que pasaba, comandando, pues a sus muchachos.
Los periodistas no oficialistas no pudieron entrar. Ninguno que hiciera alguna pregunta que pusiera en duda la versión del gobierno que ya acababa de crear otro Ministerio para asuntos penitenciarios después de doce años sin dar “pie con bola”. Ráfagas de tiros, bombas lacrimógenas, perdigones, llantos, gritos, humo, carreras, desesperación.
Noticieros internacionales sacaban imágenes prohibidas aquí, el mundo entero que indiferente escucha y ve ya las informaciones de un militar fuera de tiempo regalando dólares y petróleo de amistades peligrosas, supo que eso que veían, esos rostros trágicos, desgarrados, es Venezuela, y que Hugo Chávez no está aquí. Los argumentos que defienden su ausencia cargada de sombría desinformación e inconstitucional, mantienen con el cinismo de siempre que “Hugo Chávez” no necesita actuar como pide la mayoría de Venezuela sino como él quiera.
Y sigue en La Habana donde comparte con familiares, amigos, miembros de su gobierno, y los “inefables” hermanos Castro que deben estar temblando que al “heredero” de Fidel le pase algo. Porque no son tan ilusos como para creer que un nuevo gobierno en Venezuela va a mantener estas condiciones que le dan a Cuba, beneficios desconocidos en convenios y pactos firmados sin control alguno. El arsenal encontrado impresiona. Y además, acusa.
Lo primero que sale a declarar el Vicepresidente es que “en la IV Republica era que se masacraba a reos”, que no se “equivocaran con él”, como si se pudiera uno equivocar, y para que no se dudara de su lealtad y la historia pudiera repetirse para “destronar” al ausente. ¡Por favor! ¿Cómo entraron esas armas? ¿Cómo entró la cocaína? Los familiares se defienden, hasta denuncias anteriores aseguraban cómo hasta las partes íntimas de sus cuerpos eran revisadas. Esos familiares que vivieron el horror, que veían entrar y salir cuerpos y uniformes, no sabían su sus hijos, padres o hermanos salían vivos o muertos. Nadie informaba.
Las pancartas que rodeaban a Jaua ”Quiero a mi Comandante recuperado. Descanse”, se convirtieron en otras reclamantes, que a pesar de los gases y los tiros se ondeaban como banderas: ”No a la violación de derechos humanos”, ”No a la masacre”. ¿Se está “salvando” de todo este horror Chávez porque está operado? ¿Por qué no está aquí? No. Porque sigue “mandando desde cualquier parte del mundo”. Esos guardias que murieron recibieron su saludo días antes desde La Habana.
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ISA DOBLES