La verdad es que sólo un gobierno como este, incluida toda su corte, llega hasta donde este ha llegado saltándose todas las reglas de ética exigidas con un cinismo enfermizo. Con Álvaro Uribe recordando cómo vivió estas relaciones con Chávez y como éste las compartía con las FARC, con el Ministro de Santos declarando que la guerrilla colombiana tiene refugio en Venezuela, con los jueces cómplices confesando vínculos tenebrosos con el narco tráfico, sacando a la luz asesinatos y delitos ante la opinión mundial , con fuerzas de seguridad disparando, cárceles armadas también, asesinatos de ex compañeros como Moreno y Aguilarte y la inseguridad aterrorizando a la población, todavía este hombre enloquecido asegura en su primera cadena después de una inconstitucional y larga ausencia, que la oposición eligió un candidato que lo desprestigia y le produce pena ajena. Pero Capriles está en la calle, vivo, enérgico, claro, dando la cara. Henrique tiene que superar el abuso de poder, las descalificaciones, la red mediática oficialista tratando de destruirlo en las más sucias maniobras imaginadas. Viene lo peor porque apenas faltan días. Pero en ningún momento este muchacho que desde los 26 años está en la primera página de la noticia desde el Congreso, ha perdido la clase o ha olvidado que en su conducta, su imagen y su palabra, tiene que ser didáctico, que hay que marcar la diferencia entre lo que debemos ser como venezolanos y lo que nos quieren obligar a ser. El 7 de octubre Venezuela va a escoger más que un Presidente, va a escoger entre este horror que vivimos de división, odio y venganza, y la Venezuela de paz, de unión y progreso, porque con el alma sobrecogida de temor, de desconfianza y de humillación, no se puede vivir. Este hombre que según lo que hemos visto llorando, suplicando, viajando, confesando y detallando está enfermo, está enfermo más allá de un tumor o dos o tres. Está enfermo en el espíritu. En la mente de graves desórdenes. En la intención perversa. Uno no se explica cómo sigue anteponiendo su ambición y obsesión a la paz que el espíritu necesita cuando la obscuridad puede llegar y acabar con todo, así, como llegó la enfermedad. No se puede ser tan prepotente con el destino. Porque está escrito en el libro de la Vida. Y no se puede borrar.
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ISA DOBLES