Hoy cumple Raúl Leoni cuarenta años de desaparecido. Se le recordará familiar y políticamente, y ojalá que se sea pródigo en el recuerdo. Yo quiero recordarlo como lo conocí, como lo sentí, como lo conocí más allá de la lucha política. Fue en el exilio en San José de Costa Rica. No había como eludir su presencia en nuestras vidas porque además de la relación de exilio, éramos vecinos, nuestras casas estaban separadas apenas por una pared de madera que nos permitía escuchar y vivir emociones y ruidos que si no los definíamos en el instante de ocurrir eran develados poco después porque la convivencia era eso, un sentimiento cotidiano y compartido. Yo, particularmente, disfrutaba mucho de su compañía. Cuando le pedí que fuera padrino de mi matrimonio , me dijo desde la hamaca donde leía en la tarde, ponía los libros y los periódicos en el suelo y medía el ritmo del movimiento de la hamaca para ponerlos o agarrarlos meticulosamente para evitar el regaño consabido de Menca: “Yo nunca te voy a decir que no.”. No era demostrativo, pero más allá de su figura seria y a veces demasiado pasiva, tenía sentido del humor y era sólido. Yo era la encargada de resumir las noticias internacionales para Rómulo, mi padre, y él. Rómulo me decía: “déjalo allí, lo veo después”. Papá lo leía y me besaba: “ Magnífico! ¡ Raúl me pedía que lo compartiera con él. Yo sentía esa deferencia conmigo, y cuando Menca enfermó esa relación que nos unía fue muy importante. Yo sabía que ese dolor intenso, implacable, acababa con su vida. Porque ella era su vida. Los llevo con profunda lealtad en mi corazón. Más allá de cualquier cosa ellos consintieron mis ilusiones y compartieron momentos de alegría y crudo pesar en un momento cuando se quedaban indeleblemente en mi vida. Cuarenta años hoy, yo lo lloré mucho. Como se llora a quien se quiere mucho. Como se recuerda a un hombre bueno A un amigo . A sus hijos, hoy, el mismo amor de toda esa vida.
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ISA DOBLES