domingo, 11 de septiembre de 2011

No creo en esas encuestas a menos que seamos masoquistas

Las recientes encuestas presentadas a los venezolanos parecen destacar algo que es verdaderamente deprimente: Somos masoquistas.
De otra manera no se explican. Las cifras de muertos espantan, los reclamos de trabajadores se multiplican, no hay agua, los hospitales dan pena, la electricidad es un caos, las carreteras y autopistas están destruidas, los puentes se caen, el militarismo en todas sus facetas es insoportable, las cadenas de Chávez, los insultos y los desmanes agobian el alma del pais, la manipulación es un estilo de vida, la educación es alienante, la ideología es la sopa, el abuso, el atropello a los derechos y la violación constante a la Constitución son cotidianos, los medios cerrados, los ataques a Globovisión, la presión personalista y enloquecida de Chávez y todavía las encuestas dan a Hugo cHávez mas del 40% de popularidad, sin contar por supuesto, la de Jesse Chacón que es un chiste barato.

En las manos de este pueblo que queda tan mal parado ante la autoestima del mismo venezolano y el mundo, está el destino de cada uno y todos.
¿Qué pasa con nosotros? ¿O qué pasará mañana (lo decide Chávez) cuando se manifieste ante las urnas esta misma Venezuela? ¿Tiene miedo? ¿Está esperando su momento? ¿Es verdaderamente este sondeo simplemente una evasiva resistencia que explotará entonces? ¿Qué necesitamos para retar estos resultados vergonzosos, inconcebibles en una pais que sabe la diferencia entre la democracia y esto que hoy nos destruye, nos humilla, nos divide y nos agrede?
Cuesta trabajo aceptar aunque sea por un segundo que la intención totalitaria y obsesa haya “maleado” de esta manera el espíritu del pais hasta hacerlo complaciente con los principios pisoteados y las esperanzas mutiladas.
Tiene que haber, en cada familia, cada padre que ve a su hijo regresar de una escuela adoctrinado con el odio contra otros, en cada madre que cierra sus brazos alrededor del vacío del hijo perdido en un atraco o una balacera, en el llanto de la abuela que espera en la morgue que reconozcan los restos de su nieta, en cada familia que espantada e indefensa ve como matan a sus vecinos, un sentimiento de horror y rechazo.
Hoy, cuando se utiliza un cáncer para mantener el fanatismo, se regalan carros, apartamentos, neveras y lavdoras, se aceptan los errores en la salud, y la administración pública, se vocifera el apoyo a un asesino como Gadafi contra la unidad de las Naciones, la espada de Bolívar en manos de dictadores y las condecoraciones más altas se les ofrecen, cuando se profanan los restos del Libertador y se regalan fondos para iluminar calles de otros paises mientras los venezolanos en temperaturas infernales se ahogan, se multan, esas encuestas tienen que ser una estrategia y no una realidad.
Ya está bien del engaño.
Este viernes en la patética reunión del Alba, con la presencia del servilismo cómplice, el mundo entero comprobó la soledad de esta Venezuela degradada en su honor y su identidad. Esa imagen empobrecida, obscura, no es responsabilidad única de Hugo Chávez. Los hombres pasan. Pero los pueblos quedan.

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ISA DOBLES